METAFÍSICAS CANÍBALES


En este blog hemos propuesto ya algunas tentativas de relación entre la antropología y la literatura. Me gustaría continuar por esta senda aprovechando la publicación en España, por primera vez, del excelente antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro. Su título: "Metafísicas caníbales: Líneas estratégicas de antropología postestructural" (Buenos Aires, Madrid, Katz Editores, 2010). Por razones de espacio sólo me gustaría detenerme en uno de los varios aspectos que este libro explora: el de la necesidad de "reconstituir" la disciplina antropológica desde fundamentos teóricos diferentes, con el fin de que se convierta en un instrumento mejor para la comprensión del mundo y del ser humano. Con la prudencia que siempre debemos adoptar al transferir aparatos teóricos de un territorio conceptual a otro, creo que muchos de los argumentos que esboza el brasileño podrían ser también aplicados al campo de la literatura y, más en concreto, al de la poesía. Veamos cuáles.

Eduardo Viveiros de Castro señala que uno de los rasgos esenciales de la antropología occidental ha sido su "narcisimo", su pensar al otro desde los parámetros del "nosotros". Dice así: "A fuerza de ver siempre al Mismo en el Otro -de decir que bajo la máscara del otro es "nosotros" lo que nosotros mismos contemplamos-, terminamos por contentarnos con acortar el trayecto que nos conduce directamente al final y no interesarnos más que en lo que "nos interesa", a saber, nosotros mismos." En este sentido, su propuesta teórica consiste en refundar las bases del pensamiento antropológico desde una concepción claramente anti-narcisista. Dejemos que él nos lo explique mejor: "La pregunta de El Anti-Narciso es entonces epistemológica, es decir, política. Si todos estamos más o menos de acuerdo en decir que la antropología, a pesar de que el colonialismo constituye uno de sus a priori históricos, hoy parece estar en vías de cerrar su ciclo kármico, entonces es preciso aceptar que es hora de radicalizar el proceso de reconstitución de la disciplina llevándolo hasta su fin. La antropología está lista para aceptar íntegramente su nueva misión, la de ser teoría-práctica de la descolonización permanente del pensamiento." Aquí radica el carácter esencial de su propuesta, desestabilizar las bases de la aproximación occidental. Sigamos (para acabar) con otras palabras del antropólogo brasileño: "La posición que se sostiene aquí, por el contrario, afirma que la antropología debe permanecer al aire libre; que debe continuar siendo un arte de las distancias, y mantenerse alejada de los recovecos irónicos del alma occidental (si el Occidente es una abstracción, su alma definitivamente no lo es); que debe ser fiel al proyecto de exteriorización de la razón que siempre la ha empujado, en forma insistente -con demasiada frecuencia muy a su pesar- a salir del ambiente sofocante del Mismo. La viabilidad de una auténtica endo-antropología -aspiración que hoy, por múltiples razones, se encuentra en el orden del día de la agenda disciplinaria- depende así, en forma crucial, de la ventilación teórica favorecida desde siempre por la exo-antropología, ciencia "de campo" en el sentido verdaderamente importante."

Ahora intentemos buscarle algunos símiles literarios. Como ya expuse en algún otro post, buena parte de la crítica británica reivindica la coexistencia en la poesía de dos grandes orientaciones estéticas: el "viaje interior" (o voyage within, the inner life, introspección, ahondamiento, literaturas del yo, del nosotros, literaturas herméticas, vanguardia y neovanguardia) y el "viaje exterior" (voyage without, the outer life, atención al realismo, figuración, literatura comprometida, etc.) En muchos casos ambos viajen coparticipan y, en otros, quedan enfrentados de manera estéril. Para evitar equívocos diré que ambas perspectivas me parecen necesarias y quiero pensar que tanto en mi trabajo poético como en mi faceta de lector, intento (no siempre con éxito) hacer tangible esta doble direccionalidad. Este dualismo es demasiado simplificador, pero quizá nos sirva para ejemplificar lo que quiero decir. Tomando como base el acercamiento de Viveiros de Castro sobre el problema del narcisimo en antropología, existen bastantes similitudes con el concepto de enunciación poética. Nos encontramos, creo, en este momento frente a un sobre-tráfico de poéticas que atienden al "yo" y/o al "nosotros" desde posiciones esencialistas, desde visiones únivocas, ya sea en forma de intimismo hermético, ya sea en forma de realismo experiencial. En el fondo "lo otro", los "otros" carecen de interés para estas propuestas. Incluso, como muy sabia y atinadamente nos expone el antropólogo brasileño, cuando declaran hacer ese viaje exterior, en el fondo lo único que atienden es su propia mismidad. En este sentido son pocas (al menos eso es lo que veo) las poéticas recientes que apuestan por "descentrar", "difractar", "distorsionar" o, simplemente, mantenerse en la distancia y la exteriorización, a la intemperie podríamos añadir, como mecanismo de conocimiento basado en la intersubjetivad. Demasiada poesía del yo. Demasiada poesía del nosotros. Demasiada poesía falsamente experiencial que, en su fuero interno, oculta un narcisimo sobrecogedor incapaz de rastrear las contradicciones de lo humano. Demasiada "fragmentación postmoderna" que también oculta y encapsula un modo de mirar fuertemente etnocéntrico y autoreferencial. Y eso, tomando en cuenta estos tiempos de renovada injusticia que vivimos, suena casi a impostura. La poesía puede ser un camino poderoso para descolonizar el pensamiento porque, en mi opinión, es mediante esa descolonización que la palabra puede tener un mayor alcance cognitivo, puede convertirse en ese gozne de conocimiento que tanto deseara Valente. Y para ello se hace necesario repensar poéticas que atiendan a lo intersubjetivo como centro, que se muestren dispuestas a mantenerse en la intemperie (conceptual y formal), que asistan al viaje exterior con la franqueza del que sale al encuentro e intenta mitigar su "avidez de ensimismamiento". El lenguaje no es ajeno a esta realidad. También se articula en la interacción entre lo íntimo y sus contextos. Es un hecho social, ante todo. Quizá por eso, para finalizar, me gustaría recordar unas palabras del antropólogo catalán Manuel Delgado que sirvieron de entrada en mi último libro publicado "El desvío del otro" y que siguen siendo (al menos para mí) necesarias y turbadoras: "¿Cuándo nos daremos cuenta de que la lucha pendiente no es la que nos permitiría liberar el yo, sino liberarnos de él?"

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