LIMA ANDA YA MÁS CERCA




En apenas veinticuatro horas estaré en Lima. Diez días. Poco tiempo. Menos del que me gustaría. Tomar el pulso a una realidad exige duración. Permanencia en lo inseguro. Compromisos profesionales me llevan. Pero tendré la oportunidad, inmensa suerte, de conocer personalmente a poetas y poéticas que estimo. También otros proyectos de escritura que ignoro. Y todo gracias a Roger Santiváñez y Benito del Pliego quienes me han facilitado la entrada, la puerta, el escondrijo por donde colarme como Alicia en el País de las Maravillas. Llevo días organizándolo todo. Equipaje, papeles, pensamientos. Como si antes de cualquier viaje tuviera que empezar a desasirme de mí mismo, iniciando el deshielo identitario pues, salvo que uno quiera mantenerse siempre apostado tras un marco estático, estamos obligados a desestabilizar nuestras fronteras interiores. La antropología llama a eso “destreza del extrañamiento”. Un requisito imprescindible para la aventura intelectual. Es curioso. Abro el número 111(diciembre de 2010) de la revista Letras Libres y me topo con un artículo iluminador. Se trata (dentro del dossier dedicado al “Pasado, presente y futuro del español”) de Dicen que ocurrió en Montilla del psicoanalista peruano Max Hernández. En él se fabula cómo pudo haber sido (aunque nunca sucediera) el encuentro cordobés en 1591 entre Miguel de Cervantes y el Inca Garcilaso de la Vega. Muy pronto la fábula se transustancia en un espléndido ensayo sobre la lengua y las inconsistencias de los discursos homogeneizadores, sobre la mixtura connatural al hecho del “habla”, sobre el mestizaje autoconsciente que impregna las obras de Cervantes (fusión de lo judaico, lo arábigo, lo cristiano) y el Inca Garcilaso de la Vega (lo quechua y lo cristiano). De modo brillante y ameno se rebelan las imágenes. Extrañamiento de la identidad: el bastardo, el indio, el cristiano nuevo, el de sangre impura, junto al Extrañamiento del decir: la historia como relato, la ruptura de las lindes que separan racionalidad y emoción, la mascarada autobiográfica, la novela como impugnación de las formas canónicas literarias. Textos en el intersticio, comentarios reales como estrategia para traducir el desconcierto. Los dos tomaron las bases de sus linajes culturales heterogéneos para levantar una escritura híbrida, desorientada, aunque premonitoria de los tiempos globalizadores que después vendrían: «Cervantes, a caballo en una España que vivía un cambio de época, volcó su perplejidad en el Quijote con “genial precipitación”. La novela se yergue entre “las ruinas de la caballería” y los escombros del mundo feudal.» […] «La revolución de las comunicaciones ha confirmado lo que con “atrevimiento de un indio” afirmó el mestizo cusqueño: “no hay más que un mundo, y aunque llamamos Mundo Viejo y Mundo Nuevo, es por haberse descubierto éste nuevamente para nosotros, y no por que sean dos, sino todo uno.» ¡Para que luego digan que nuestra tradición, la hispánica, se sustenta en su marchamo clasicista! Sólo hay que leer con atención este ensayo para darse cuenta hasta qué punto la literatura en español es hija de sus fragmentaciones, sus vacilaciones, sus puntos de fuga dispersados hacia la complejidad. Muy lejos de cualquier intentona normativa que encierre lo poético, lo narrativo español dentro de los límites de la propia tradición hispana. O la misma operación de lo latinoamericano dentro de una mística postcolonial simplista y esencializadora. Miguel de Cervantes y el Inca Garcilaso de la Vega entendidos como rechazo de la impostura. Trasgresión de los discursos falsamente integradores.



Y es terminar de leer el artículo y verme corriendo desesperadamente hacia la biblioteca de mi casa. Abrir la antología Pulir huesos: veinte poetas latinoamericanos (1950-1965) preparada por el uruguayo-mexicano Eduardo Milán, y rastrear algunos poetas peruanos donde late, o al menos a mí me parece, ese aliento intersubjetivo del lenguaje y la identidad. Ahí estaría Mario Montalbetti (1953) y sus "Salmos de Invierno":

treinta tardes solo revelando secuencias de dolor
que a nadie atraen

puedo oler tu retracción cada vez que avanzo
en verdad huyo

la sombra de tus perros son huecos en la tierra

busco las cadencias inauditas de tu bulla
y sonrío

no sólo lo he perdido todo
también sé dónde se ha ido


O Roger Santiváñez (1956) y uno de los poemas que componen "Eucaristía":

Vía sacra es esta hendidura
Que toco roco de tu película
Dorada & suave como nylon

Portio mea lamo el túnel grace plena
Pétalo sé mi canción exquisita
Squizofrénica forado escape divino

Hacer poesía lengua franca vulva
Volada pasionaria honoris causa
En este triste sino de tu signo

Sonido flor pesca de un mar celeste
Como el cielo que en Colán frikeó
Contigo fusión de un sunset bajo Dios

Quería hablar de tu figura / solaz
De las olas de la soledad / spuma
Que volví a refrescar santuario in


O Maurizio Medo (1965) y su “alicia y el espejo (2)”:

y ahora diminuta, enanizada, con la estatura
de media larva sin cabeza.
recuerdo, charles,
la grandeza
de la dimensión humana.


O Magdalena Chocano (1957):

La mirada atada al incesante drama de la hoguera
obligada a contemplar
el reflejo de un silencio
o de voces que pasan
y esa mano ominosa que arrastra a la cautiva hacia la luz
ante mil objetos absurdos
y ante el astro
figurante de la idea
y la devuelve otra vez al antro
y la conmina a hablar enceguecida
de las formas verdaderas de esas verdades eternas
la caverna se llena de risas y las cadenas
acompañan ese instante de algarabía subterránea
ríe ella también
ergo
en esa oscuridad lo único cierto son esos
ojos deslumbrados por la sombra del fuego




Y para entonces me parece que el equipaje se ha preparado solo, los papeles fotocopiado de acuerdo a un orden impreciso, y los pensamientos se abandonan a su propia ilógica. Lima anda ya más cerca.

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