No Drama, de Compañía Antonio Ruz



Allá por 1947, en su Crítica de la razón instrumental (cuyo título en inglés, más esclarecedor, era Eclipse of Reason), el filósofo Max Horkheimer denunció los abusos de un modelo de racionalidad sustentado en el “dominio” y la “autoconservación”. Lo que debería haber sido un instrumento para la libertad, se había transformado en una Hydra insaciable capaz de fagocitar a su propio linaje, es decir, nosotros mismos. La racionalidad ilustrada había dado como resultado un mecanismo de “racionalización” (por usar la terminología acuñada por el filósofo francés Edgar Morin) que se convertía en un fin en sí mismo libre de ataduras éticas. Cualquier ente (animado o inanimado) fue degradado a la condición de insumo, recurso, medio, in-put utilizable por y para la reproducción de las fuerzas sociales y económicas del hombre. Este modo de “razonar” retroalimentó un capitalismo deshumanizado que encontraba precisamente en él su sancta santorum, seña de identidad básica. Y hasta tal punto fue así que ahora, mientras observamos con impávida quietud la puesta en peligro de los ecosistemas y, en cierta medida, de nuestra propia existencia como especie, no somos capaces de deshacernos de tal camisa de fuerza. El propio Max Horkheimer lo expuso de manera más precisa: “Las fuerzas económicas y sociales asumen el carácter de potencias naturales ciegas que el hombre ha de dominar, adaptándose a ellas, para sobrevivir. Como resultado final del proceso tenemos por una parte el sí-mismo, el yo abstracto, vaciado de toda substancia que no sea su intento de convertirlo todo, en el cielo y en la tierra, en un medio para su conservación y prevalecimiento; y, por otro, tenemos una naturaleza vacía, degradada a mero material, a mera materia prima, que ha de ser dominada sin otro fin ni objetivo que el del dominio mismo.” Esta racionalidad instrumental necesita de “totalidades”, de “cierres epistemológicos” que conducen al pensamiento occidental a un delirio de posesión etnocéntrica. Cualquier modo de racionalidad diferente, alejada de esas totalidades ensimismadas queda expulsada del hecho social.

Sin embargo, la filosofía y el arte han sido obstinados. Muchos pensadores y artistas han mantenido viva la llama de la crítica a esta racionalidad dominadora y totalizante. Las artes plásticas, escénicas, la literatura han insistido en la necesidad de infiltrarnos entre los pliegues de esas “verdades” para rastrear los intersticios, las quebraduras, el otro lado de las cosas (que decía Cortázar), los límites que contaminan ambas lindes de la realidad. En esta línea se sitúa la obra No Drama de la Compañía Antonio Ruz, exhibida los pasados 18 y 19 de agosto en La Casa Encendida de Madrid. Como nos propone el texto de presentación: “Una situación dramática puede transformarse en una escena cómica en cuestión de segundos; cualquier imagen trágica roza con frecuencia el límite de la ironía. Con la ayuda de lo absurdo y el expresionismo, el cuerpo es usado como objeto de burla, dolor, risa o exageración, dejando aparecer la abstracción de un movimiento frustrado e inacabado. Mendigos, héroes, coplas y gallinas”. Y es que, No Drama, por encima de cualquier otra característica, tiene el potencial desestabilizador de lo inorgánico, lo disperso, lo intersticial, y es ahí, a mi juicio, donde el montaje presenta su mayor interés. Frente a una racionalidad instrumental que nos obliga a entender la propia representación como una secuencia pautada de estructuras homogéneas y coherentes, No Drama nos propone bucear en las “arritmias” del movimiento y la música. Aprovechando los recursos de las vanguardias expresionistas y del absurdo, las distintas piezas levantan un edificio de irregularidades, infrecuencias, falsos principios y finales, cortes arbitrarios, músicas mutiladas, transustanciaciones de lo humano a lo animal, de lo cómico a lo trágico, de lo emocional a lo hierático, que ponen en solfa esas pretendidas totalidades de las que dábamos cuenta al principio de este texto. Se crea un territorio híbrido sometido a la disciplina indisciplinada de lo no instrumental. Bien podríamos aplicar como descriptor de esta obra la definición que el Diccionario de la lengua española de la RAE nos informa a propósito del término “intersticio”: Hendidura o espacio, por lo común pequeño, que media entre dos cuerpos o entre dos partes de un mismo cuerpo. ║ 2. Espacio o distancia entre dos tiempos o dos lugares, intervalo. Un montaje sutil, extraño, al que se va entrando poco a poco a medida que nos vamos despojando de nuestra propia máscara, y donde, con escasos elementos en escena, se bucea hábilmente en esos intervalos espacio-temporales que debilitan la rocosa e impenetrable “verdad” logocéntrica.

Dejo la ficha artística para quién quiera saber más ver:
http://www.lacasaencendida.es/LCE/lceCruce/0,0,73537_0_73579_16329$P1%3D16,00.html

NO DRAMA

Dirección y coreografía: Antonio Ruz.
Interpretación y coreografía: Maureen López, Dimo Kirilov y Antonio Ruz.
Arte y regiduría: Daniela Presta.
Música: Antonio Ruz y Fernando Abras.
Luces: Olga García


EGL

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